lunes, 15 de enero de 2007

5. Abdel y Yahya

   

    Estimado amigo: cómo no podía ser de otra manera, la mala suerte ha decidido acompañarnos en nuestro viaje, y todo indicaría que se siente bastante a gusto con nosotros ya que no nos ha abandonado ni por un segundo. Realmente me hubiera gustado escribirte una carta más optimista, pero dadas las circunstancias no me siento en condiciones de mentirte. Este viaje ha sido la peor idea que se le podría haber ocurrido a Eugenia (O a la cabeza si preferís, en éste caso da lo mismo).
Ni bien subimos al avión Cortazarzas se negó a dirigirme la palabra, le pregunté varias veces si se sentía bien pero solo obtuve miradas de reproche de su parte. Supongo que debía considerarme culpable por haber sido tan débil ante la presión de Eugenia y haber aceptado la propuesta sin contradecirla demasiado.
Bien, yo tampoco me sentí exactamente un gladiador al respecto, pero estaba seguro de haber hecho lo más prudente y no me iba a mortificar pensando en las posibles variantes de heroicidad que no había elegido en su momento.
Cortazarzas me preocupaba, fingí leer una revista y me dediqué a espiarlo por el rabillo del ojo. Su aspecto dejaba mucho que desear, parecía haber envejecido cinco años en veinte minutos, cómo si una terrible angustia se lo estuviera comiendo, o como si hubiera estado comiendo alimentos en mal estado. Cuando se dio cuenta de que mi revista era solo una fachada se sobresaltó y comenzó a actuar de manera sospechosa. Admito que nunca lo había visto tan nervioso, mordisqueaba constantemente el asiento y murmuraba para sí en el dialecto de los cortaplumas (El dialecto de los cortaplumas está prohibido en varios países por ser particularmente desagradable al oído, es una especie de lunfardo pero a más revoluciones por minuto). Ni Eugenia ni la cabeza advirtieron nada de todo esto porque a la altura de Santiago del Estero ya se habían tomado siete Tía Marías cada uno y estaban explorando las capas más profundas del ser y su torpe relación con el mundo físico. En un momento la cabeza parpadeó dos o tres veces cómo para aclararse las ideas y llamó a la azafata a los gritos pidiéndole algo más fuerte. La azafata se acercó enseguida, era una pelirroja muy atractiva y muy elegante, que en ningún momento dejó traslucir su evidente disgusto por encima de la sonrisa profesional American Airlines.
    -¿Que desearía tomar el señor?
    -Dezzearía tomarte dezznuda entre mizz brazzozz. Zzozz una monita muy zzexzy ¿Lo zzabezz no? Claro que lo zzabezz. Lazz monitazz como vozz nezezzitan que lezz miren lazz tetazz para zzentirzze importantezz. Te voy a dezir que vamozz a hazer, nozz vamozz a perder por un buen rato en el baño de damazz y vamozz a colgar el cartelito de ocupado, que te pareze?
    -¿Agua, Gaseosa, Vino, Whisky, Vodka o Gin? -preguntó la azafata con una voz más fría que el hielo.
    -Una medida de Vodka ezztaría bien, graziazz.
La azafata se volvió hacia mí sin borrar su artificial sonrisa boeing 707.
    -¿Algo para usted?
    -No gracias, estoy bien.
    -¿Tal vez una manta para su esposa? Parece tener frío.
Miré a Eugenia y noté que se había quedado dormida, tenía el rostro cubierto de sudor y tiritaba continuamente, tal vez le había dado fiebre, o tal vez se trataba de los efectos secundarios del alcohol. Los barbitúricos y la bebida no eran una buena combinación en los vuelos internacionales.
    -No se preocupe. Le daré mi propia manta.
La azafata miró a Cortazarzas y su sonrisa de plástico se ensanchó un poco más hacia el territorio de las orejas.
    -¿Y está preciosura no quisiera una manta también?
Cortazarzas dejó de roer el asiento pero no levantó la mirada.
    -No.
    -Una revista de entretenimientos quizá, tenemos crucigramas, sopa de letras, grillas, y todo tipo de juegos que podrían....
   -No.
    -... hacer que el viaje no resulte tan aburrido... mmhh, ya sé. ¿Que tal algo de música? Al costado del asiento hay unos auriculares, no tenés más que decirme que tipo de música te gusta para que...
    -No.
    -... sintonicemos la diversión. ¿Rock n´roll? ¿Rhythm n´blues? ¿Funk? ¿Black metal? ¿Cómo puede ser que a una ricurita como vos no le guste... ¡AAAAYYYYY!
Fue un ataque rápido, un limpio pero salvaje movimiento ascendente. En menos de un segundo Cortazarzas saltó encima de la pobre mujer y le desgarró el vestido en pedazos. Hubo algunos gritos y también una que otra lágrima (lágrimas profesionales modelo clase turista, American Airlines, estamos para servirle) pero por suerte la cosa no pasó a mayores. No me quiero preguntar que hubiera sido de aquella mujer si los amables pasajeros no me hubieran ayudado a reducir a Cortazarzas. Creo que mejor es no saberlo. No sin dificultad logramos colocarle un bozal y maniatarlo, aunque debo confesar que me partió el alma verlo así. El oficial de a bordo se lo llevó a la bodega del avión después de asegurarme repetidas veces que allí estaría bien. Uno de los pasajeros que había participado de la doma de Cortazarzas me guiñó un ojo y me dió unas palmaditas en el hombro.
-Mascotas -dijo -No importa cuanto amor  les demos. Ellas siempre nos responderán con sorpresas desagradables.
-Si usted lo dice.
-Yo tenía un criadero de caimanes en Comodoro Rivadavia, los fabricantes de zapatos pagaban fortunas por esos pellejos de mierda ¿sabe? Las cosas me fueron bien por un par de años, hasta que se me acabó la suerte. Yo no sé si fue por culpa del clima o el alimento para pollos que les dábamos a esos cabrones, la cuestión es que una noche tres machos se escaparon de la jaula y se me metieron en el living.
Volvió a guiñar el ojo y se dio un golpecito en la pierna que dejó escapar un extraño toc.
-Le aseguro que fue la batalla más encarnizada que se pueda imaginar.
-Mire, no se ofenda. Pero no me interesa seguir escuchándolo, las historias de cocodrilos me aburren.
El tipo se encogió de hombros pero no se fue, continuó guiñándome el ojo mientras se relataba a si mismo aquella encarnizada batalla. Era asombrosamente parecido a Groucho Marx, aunque sin el bigote, lo que hacía que la comparación resultara fastidiosa. Decidí volver a mi asiento e ignorarlo.
Apenas empezaba a relajarme y ya casi me había olvidado del incidente cuando empezaron los verdaderos problemas. Unos diez asientos adelante, dos hombres con nariz de águila comenzaron a dar alaridos y a blandir unas ametralladoras como para aclarar que no necesitaban un traductor. Tardé un poco en darme cuenta que se trataba de terroristas genuinos y no de una cámara oculta de algún programa de televisión. Uno de ellos no dejaba de mirar en mi dirección y me hacía señales de degüello mientras me mostraba los dientes. Al parecer el episodio con Cortazarzas los había confundido, tal vez al presenciar el escándalo pensaron que nos estábamos adelantando y se precipitaron a copar el avión ellos primero. El terrorista que me miraba levantó el arma y dio unos pasos hacia mí.
    -¡ALLAHU AKBAR! -gritó cómo si fuera la madre enojada del mismo Alá.
    -¡ALLAHU AKBAR! -Grité yo también, sintiéndome un idiota, si ese era un saludo de guerra tal vez se pudiera negociar.
El terrorista me miró con la boca abierta.
    -¿Usted habla mi idioma?
    -Por supuesto -mentí en completo castellano.
    -Mi... Mi nombre es Abdel Hassan, y soy un soldado de Dios.
La caña de pescar de mi mente arrastró un manojo de algas podridas desde las profundidades del inconsciente.
    -Yo... me llamo Nasra Baset Odeh y también soy un soldado de Dios -dije.
Abdel abrió los ojos cómo platos y su mano izquierda practicó una curiosa pirueta sobre su frente a modo de saludo.
    -¿Nasra Baset Odeh? ¿El famoso mártir inmolado en la Franja de Gaza en el año 93? ¡Yo soy un gran admirador suyo!. Espere que se lo cuente a Yahya, el también sabe acerca de usted. Esto es increíble. Le diré, y esto es a modo de confesión, que usted de alguna manera es el mentor de ésta misión que hemos emprendido.
    -¿En serio?
   -¡Por supuesto hombre, lo que usted hizo nos marcó para toda la vida!
   -Entiendo, a mi también me quedaron algunas marcas después de la explosión.
    -Se ha ganado un lugar en Bayt al ridwan, de eso no hay duda.
El segundo terrorista se acercó cautelosamente y se quedó mirándonos con el ceño fruncido.
    -Abdel, ¿quién es este fulano? ¿Por qué estás hablando con él?
    -Escucha esto Yahya, él es el gran Nasra Baset Odeh. ¿No te dije que Alá nos iba a premiar cuando hiciéramos el trabajo?
Yahya me escrutó severamente.
    -¿Nasra Baset Odeh? ¿El mismo Nasra Baset Odeh de los pósters? ¿Pero no te habías muerto en aquel atentado?
    -¿No sería mejor que lo trataras de usted? -le sugirió Abdel en un susurro. Una gota de sudor partió desde su frente, vaciló un poco al costado de la ceja y luego se desbarrancó nariz abajo.
    -Lo de la muerte fue un error de redacción, quisieron poner "suerte", aunque admito que estuvo cerca. ¿Ves ésta cicatriz que me cruza la cara? ¿Impresionante no? Imagínate el aspecto que ofrecía antes de las dos semanas de cirugía, era como una trinchera vietnamita en el mes de las lluvias.

--- Y veo que también ha perdido una oreja --- Observó Abdel. ---¡¡Usted ya es un mártir!! --- Su mano izquierda practicaba persignaciones a la velocidad de la luz.
--- ¡¡Que Alá esté contigo!! --- Exclamó Yahya emocionado, y se postró a mis pies para demostrarme su respeto.
Abdel me entregó la ametralladora.
--- Guíenos hacia el Bayt al ridwan, maestro ---
Los observé besarme los zapatos con incredulidad. Tenía que aprovechar la situación y ganar algo de tiempo antes de que se me acabaran las respuestas.
--- Bueno, en éste caso creo que lo mejor va a ser que nos relajemos y pensemos bien que hacer a continuación, no sería prudente atacar a ningún pasajero, eso no estaría bien, además he visto varios oficiales armados en la cabeza del avión, tal vez... ---
--- No se preocupe por eso jefe, ya tenemos todo resuelto ---
Yahya se levantó y corrió hacia la cabina de los pilotos cómo si acabara de recibir una orden específica desde el más allá. Se oyeron algunos gritos y enseguida varias ráfagas de disparos que me sonaron cómo la orquesta militar del infierno dándome la bienvenida por el simple hecho de haber estado en el lugar equivocado haciendo comentarios equivocados en el momento menos indicado.
Abdel hurgó en su campera y sacó una granada de mano, algo en su sonrisa parecía definir que la felicidad estaba en las pequeñas cosas.
--- Esto se va a poner divertido --- Dijo, y ante el horror de todos los que estábamos a su alrededor, le quitó la traba y se la metió en el bolsillo.
La reacción fue casi instantánea. Hubo súplicas y también hubo sinceros gemidos de angustia, que se fueron intercalando con sollozos de las más diversas características, pero lo curioso fue que nadie se movió de sus asientos más de lo necesario. El animal enceguecido de la histeria se había batido a duelo con el instinto de preservación de todos los que estábamos presentes, y me atrevo a decir que perdió por muy poco.
Eugenia y la cabeza dormían cómo si les hubieran aplicado una inyección letal, de tanto en tanto sus ronquidos se acoplaban en un falsete sostenido que se parecía bastante al ensayo de las grullas disfónicas de Hirono.
Me volví hacia Abdel intentando que mi mirada fuera de interrogación y no de pánico, aunque a esas alturas ya no estaba muy seguro de nada.
Abdel me dedicó un gesto cómplice y continuó sonriendo cómo si la vida le contara chistes en secreto.
--- Tranquilos, tranquilos, la granada no va a estallar a menos que le saque el dedo de encima, así que esperamos colaboración de todos ustedes --- Grazné en voz alta, en tres minutos había pasado de simple pasajero a terrorista profesional en plena misión suicida.
--- Yahya sabe lo que hace, se entrenó durante meses para esto --- Dijo Abdel.
--- ¿Sabe pilotear un avión? --- Le pregunté
--- Bueno, técnicamente no, pero debería verlo jugar al Afterburner, una vez batió todos los récords de puntaje en menos de cuarenta minutos ---
--- Me lo imagino ---
--- No hay otro cómo él. Sin duda alguna tiene los mejores reflejos de Oriente Medio. Y créame, maestro Nasra, usted sabe que en éstas cuestiones los buenos reflejos marcan la diferencia entre la gloria y el fracaso ---
--- Si, supongo que...
--- Yahya es insuperable, se lo aseguro, es sencillamente in-su-pe-ra-ble. Puede usted quedarse tranquilo en cuanto a sus condiciones ---
--- Bueno, ¿pero que tal si...?
--- ¡Y tendría que haber visto que piruetas! Que calidad de maniobras evasivas! Aparecían aviones enemigos por todos lados y Yahya con el dedo en el gatillo ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta-ta, los pulverizaba cómo insectos, parecía cómo si...
--- ¡Basta Abdel! Creo que capté la idea ---
Abdel asintió con estúpida alegría y dejó ver una hilera de dientes amarillos. Pensé en mandriles, los mandriles al menos eran inteligentes. Una vida entera a base de dátiles podía lograr algo así.
En ese mismo instante Yahya se encargó de distraerme para corroborar mis anteriores sospechas. Un avión de pasajeros era, la mayor parte del tiempo, un medio de transporte seguro. Las estadísticas lo demostraban. Uno hacía la reserva o pagaba su pasaje en ventanilla, luego se subía y buscaba el número de su asiento, luego venía la azafata y le preguntaba diferentes cosas, la mayoría de ellas previsiblemente incluidas en el folleto mental, a lo que uno respondía que si o que no ( dependiendo del carácter de la interrogación ), luego uno se dormía, o se tomaba una copa, o le miraba las piernas a la chica de las medias de nylon y pensaba en lo inalcanzable que resultaba ese tipo de erotismo, y en medio de aquella agradable normalidad incluso uno podía tomarse uno o dos minutos para jugar con la idea de "que pasaría si...?" ¿Que pasaría si todo marchase perfecto y de repente se apagaran las turbinas? ¿Que pasaría si el avión se quedase sin combustible a quince mil pies de altura? ¿Qué pasaría si ésta onírica burbuja de oxígeno y metal, ésta cápsula simbiótica de realidad concreta y siestas ejecutivas en asientos de terciopelo diera una violenta muestra de ingratitud hacia la manufactura humana que la había concebido perfecta y duradera?
Pero eso nunca pasaba.
Y si pasaba, les pasaba a otros.
O casi.
Cuando el avión pegó la primera sacudida y empezó a corcovear como un potrillo en un festival de doma, todos los integrantes del vuelo Buenos Aires-Los Ángeles (Incluido el imbécil de Abdel) gritamos al mismo tiempo. Se produjo un completo y cinematográfico caos que duró más o menos diez segundos y en donde nadie supo a quién encomendarse correctamente, hasta se llegó a oír un disléxico "Osmiodiosmiodiosm". Poco después la nave se estabilizó y sobrevino la calma. Alcancé a sofrenar mi corazón y le eché un vistazo a Eugenia, Eugenia dormía con la boca abierta y sus rubios cabellos caían en mechones sobre el rostro del Carcomante, que, aprovechando la ocasión, los masticaba con rumiante satisfacción mientras canturreaba entre sueños que íbamozz a morir todozz. Abdel se acercó a mí y me colocó la mano en el hombro con solemnidad, adiviné que estaba a punto de decir algo cómo "Se lo dije, maestro Nasra, no hay un piloto igual en toda la galaxia musulmana"
Lo que dijo en cambio fue: --- Maestro Nasra, deberíamos preguntar si hay algún piloto entre los pasajeros --- Su voz fue un hilito agudo y asustado.
No tuve oportunidad de contestarle. Un siniestro crujido de metales retumbó sobre nuestras cabezas y nos dio a entender que se había acabado el tiempo. La nave se ladeó de manera alarmante hacia el ala izquierda, luego levantó la trompa y pareció que iba a elevar la altitud hasta la estratosfera, pero en realidad lo que hizo fue describir un perfecto arco de vuelo acrobático hasta acabar sumergiéndose en una estrepitosa picada de setenta grados. Abdel y yo, los únicos de pie en todo el avión, fuimos arrastrados por la inercia a lo largo del pasillo y chocamos contra la barra de un pequeño bar para hombres de negocios. Abdel se llevó la peor parte, ya que de alguna manera se las arregló para amortiguarme el impacto con su propio cuerpo. Su cabeza golpeó contra la dura madera de cedro de un taburete y después contra mi torpe rodilla. Yo siempre había supuesto que a un terrorista que soñaba con alcanzar el nivel de mártir no lo mosqueaba un poco de dolor al contado, pero en cambio Abdel se quejó tan fuerte que sus gritos llegaron a tapar el estruendoso mmmmmmmmmmm del avión viniéndose a pique. Luego, de la forma más natural del mundo, perdió el conocimiento y dejó caer la granada sobre el piso alfombrado.

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